14 julio, 2006

Si tu eres progre, ¡yo más!

Querido progre: Tendrás que reconocer que últimamente andas un tanto alicaído. Ya no sales a las calles, no lees manifiestos, quedan pocas cosas con las que puedas liberar tus pasiones. En cambio, los que según tú no somos progres, nos lo pasamos pipa. Sin ir más lejos, fíjate, el fin de semana pasado, más de un millón de personas en la calle, celebrando algo tan “demodé” como la visita del Papa y defendiendo algo tan carpetovetónico como la familia. Y es que, bien mirado, puestos a ser progre, no hay como ser cristiano. Y si no, al dato.
Dices que ser progre es estar con los débiles. Pues bien, los cristianos estamos con los más débiles de todos: los que ni siquiera han nacido. No se valen por si mismos, ni pagan impuestos, ni votan. Quizás por ello, algunos de tus amigos no tienen el menor reparo en cargárselos, en nombre de los derechos de los que sí les votan.
Ser progre es defender la igualdad. Pues no encontrarás igualdad más radical que la que afirma la visión cristiana, para quien todos somos iguales, porque todos somos hijos de Dios. Una igualdad radical que no necesita refugiarse en cuotas ni inventarse géneros, porque valora a cada uno por lo que es, con independencia de cuál sea su raza, sexo o creencia. Y no me intentes llevar por la vía de la casuística, porque excepciones las hay en todas partes.
Ser progre es mirar al futuro. ¿Quieres más futuro que la eternidad? La diferencia es que para mirar con ilusión al futuro, tú necesitas estar continuamente revisando el pasado, mientras que a un cristiano el pasado le sirve para aprender, perdonar y olvidar.
¿Y la libertad? Pensar que la libertad es hacer lo que uno quiera mientras no moleste a otros es una visión demasiado individualista para un verdadero progre, ¿no crees? Lo progre es pensar que yo soy libre cuando pienso en los demás: porque cuatro ojos ven más que dos, cuatro brazos pueden hacer más cosas que dos. Para ti lo progre es ausencia de compromisos; y sin embargo, lo que de verdad cambia al mundo es sobreponerse a las dificultades para mantener los compromisos. Para ti el divorcio-express es la máxima expresión de la libertad y no te das cuenta de que en el fondo es un empobrecimiento de la persona.
“¡Hay que adaptarse a los tiempos!”. Dos mil años de historia: Si esto no es adaptarse a los tiempos, ya me dirás… La diferencia es que para sobrevivir a los tiempos, tú tienes que estar cambiando continuamente de ideas, porque se te pasan de moda o se demuestran inútiles. En cambio, un cristiano no tiene que cambiar de principios para reconocer lo que de positivo hay en el devenir del hombre y de la historia. Compartimos unos mismos principios, y respetamos el pluralismo en las opciones temporales.
“Ser progre es ser tolerante, respetar las opiniones de todos”. Vale. Por eso es mucho más tolerante discutir sobre las opiniones, sin tener en cuenta quién las sostiene. Si hay una verdad que ni tú ni yo creamos, pero que entre todos intentamos descubrir, nadie impone su verdad a nadie. Se puede ser crítico sobre las opiniones o las conductas, porque se es tolerante con las personas. Pero cuando no hay un punto de referencia imparcial acabamos en tu estrategia, que consiste en descalificar las opiniones según quien las pronuncie. Esto es muy despótico, ¿no te parece? ¿Tengo que aceptar lo que tú dices, simplemente porque lo dice alguien que se califica a sí mismo de progre? ¡Venga hombre!
Esto de justificar cualquier acción poniéndole el calificativo de progre se ha acabado, porque tú no tienes la exclusiva. ¿Que tú eres feminista? Yo más. ¿Que tú eres ecologista? Yo más. ¿Que estás a favor de la libertad?, ¿a favor de la paz?, ¿en contra de las injusticias? Yo más.
Ya ves: mientras tú te has apoltronado, el cristiano tiene que enfrentarse a todo lo políticamente correcto. Para progre, lo cristiano. A partir de ahora, vamos a dejar los clichés a un lado y vamos a hablar –de progre a progre- sobre los contenidos, sin prejuicios. Ya verás qué bien nos lo pasamos.
(Publicado en ABC Catalunya, 12 de julio de 2006)