07 diciembre, 2006

La legalidad como excusa

Habrán observado un fenómeno curioso que ocurre en las carreteras con varios carriles. El carril central suele ir siempre más lleno que el carril de la derecha. Es como si nadie quisiese ir por él. Algunos lo harán por complejos (“es el carril de los lentos y mi coche tira mucho”), otros por comodidad (“así no tengo que ir cambiando de carril para adelantar”). Están en su perfecto derecho: el código de circulación lo permite. Pero lo que sucede es que queda menos espacio para los demás o incluso se provoca que otros adelanten por la derecha, cometiendo una infracción.
Moraleja: para que la sociedad funcione no es suficiente con cumplir la ley. La convivencia social debe tener en cuenta otros parámetros. Veamos más ejemplos recientes.
Ronaldinho marca un gol de fantasía y en un arrebato de entusiasmo se saca la camiseta para celebrar el tanto. Todo el mundo está feliz y pletórico. El árbitro se limita a cumplir la ley: le muestra la tarjeta amarilla porque el reglamento así lo exige. Dicho sea de paso, ya es curioso ese arrebato de puritanismo en una sociedad donde lo de ir tapado no es precisamente lo que más se promueva.
Hace unos días contemplo la escena de un pareja increpando a los de la grúa municipal porque se estaban llevando un coche mal aparcado. Ciertamente estaba mal aparcado, y por tanto los de la grúa estaban en su derecho de llevarse el coche. Pero los que estamos familiarizados con esa zona sabemos que a esas horas y en ese lugar es habitual que los coches aparquen donde no está permitido, por la aglomeración de gente que se produce. Todos nos hemos adaptado, hemos acordado implícitamente nuestras reglas de conducta, y lo aceptamos sin problemas. Todos, excepto los de la grúa, que se limitan a hacer cumplir la ley.
Quizás a muchos les venga a la cabeza otro ejemplo que hemos vivido recientemente de una decisión que siendo perfectamente legal ha generado un sentimiento compartido de traición a la voluntad popular. Pero, como hemos decidido no seguir dándole vueltas al pasado, lo dejo.
Una sociedad necesita leyes, sí, pero una sociedad madura es aquella que es capaz de organizarse más allá de la ley. ¡Ay de aquella sociedad que debe refugiarse en el argumento de “la ley me lo permite”! Si lo usan los ciudadanos, normalmente es la justificación del egoísmo para salirse con la suya. Si lo usan los que deben aplicar la ley, suele ser la falta de sentido común que caracteriza a las sociedades burocratizadas o autoritarias. Cuando el poder se utiliza abusivamente es la forma más rápida de perder autoridad. Pero hemos quedado que no hablaríamos del pasado.
(Publicado en ABC Catalunya, 6 diciembre 2006)