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13 noviembre, 2009

Etica individual y sistemas sociales

Hoy publica el Financial Times un artículo en el que su autor, Philip Booth, sostiene que la ética sola no puede prevenir las crisis financieras.
La cuestión de fondo, me parece, es la relación entre la ética individual y el tono moral de la sociedad en el que el individuo actúa. Es claro que un individuo puede actuar según sus principios en cualquier entorno en el que se mueva, por más contrario a sus principios que ese entorno sea. En el extremo, es lo que les sucede a los mártires, ¿verdad?, que están dispuestos a perder su vida (y de hecho la pierden) por ser fieles a sus principios en un entorno totalmente contrario.
Pero también es cierto que cuanto más favorezca la sociedad unos principios éticos, más fácil será a las personas vivir de acuerdo con esos principios.
Por tanto, si el mercado, los sistemas financieros y todo el engranaje económico y empresarial funcionan a partir de reglas, normas, políticas y comportamientos éticos, será más fácil que no se repitan conductas como las que hemos vivido recientemente. Pero, ojo, tampoco, lo aseguran, porque por encima de estos sistemas y mecanismos está la libertad humana y la capapcidad de utilizar esta libertad para actuar de forma inmoral.
Por el contrario, si estos sitemas se mueven por criterios no éticos, los individuos lo tendrán más difícil para actuar éticamente. AUn así, lo pueden conseguir, pero les será más difícil.
¿Necesitan las personas para comportarse éticamente un sistema que favorezca la ética? Estrictamente hablando no es necesario, pero es muy conveniente. Por eso es tan importante luchar por tener una legislación que vaya a favor de principios éticos.
¿Pueden las personas actuar éticamente aun cuando el sistema favorezca comportamientos inmorales? Por supuesto. Las personas no están determinadas por el sistema. Confiar sólo en el sistema es engañarse.
¿Funciona el capitalismo sólo si las personas observan determinados valores éticos? Sí, porque aunque el sistema sea perfecto (que en términos reales nunca lo será), la libertad humana es más originaria que el sistema. Al fin y al cabo el sistema habrá sido hecho pro seres humanos. Otra cosa será cuán moralmente fuerte sea el sistema, que permita aguantar en su seno partícipes que no actúan según esos valores sin resquebrajarse.
¿Puede el capitalismo producir beneficios para la sociedad a pesar de que los individuos se muevan sólo por el propio interés? Seguramente sí, pero será muy poco sostenible, y requerirá de un entramado regulatorio asfixiante.

10 noviembre, 2009

¿Valores? ¿Qué valores?

La semana pasada estuve hablando de Etica en un programa de formación sobre Economía Social organizado por el Col.legi de Censors Jurats de Comptes de Catalunya. Cuando uno da una conferencia, aprovecha siempre para “probar” alguna idea.

Reflexionando sobre los valores que se piden en la empresa, pensaba que es muy difícil que se vivan valores en el ámbito empresarial que no se viven en la sociedad. También en este punto, quizás, pedimos demasiado a las empresas. Pedimos que en la empresa se viva la lealtad, cuando en la sociedad más bien lo que se fomenta es la deslealtad y la ausencia de compromisos (o, como mucho, compromisos “a precario”); pedimos que la gente sea austera en el uso de los recursos de la empresa, pero en cambio en la sociedad se fomenta el despilfarro y el consumismo descontrolado; se pide a la gente que actúe con racionalidad y sentido común, mientras que, por ejemplo, las mayores audiencias se las llevan programas que fomentan la frivolidad, los escándalos y las reacciones pasionales.

La empresa no es un coto aislado: está inmersa en la sociedad. Influye en ella, pero también recibe el influjo de la sociedad. Somos hijos de nuestro tiempo, y si como ciudadanos no vivimos determinados valores, no podemos poner sobre las espaldas de la empresa la responsabilidad de fomentar en exclusiva esos valores. Como dice el viejo adagio: “Quod natura non dat, Salmantica non prestat”

Por eso las empresas deberían ser las primeras interesadas en preocuparse por qué valores se fomentan en la sociedad. Apoyar la educación de calidad, o, al revés, no apoyar programas “basura”, serían, por ejemplo, dos acciones que tienen sentido en el contexto de una empresa que se siente responsable de fomentar determinados valores en la sociedad.