Hace unas semanas hablaba en esta misma columna de “la responsabilidad de los políticos”. A veces pensamos que la responsabilidad sirve para pedir cuentas a otros. Pero esto sólo representa la mitad de la película. La otra mitad es que también nosotros somos responsables.
Ante los problemas de la sociedad es fácil atribuir la responsabilidad a los políticos. “¿Quién tiene la culpa? Los políticos”. Tendrán sus responsabilidades, por supuesto, pero, cuidado, que tampoco tienen que ser los únicos responsables de todo. También los ciudadanos tenemos nuestras responsabilidades.
Se me planteaba esta reflexión a raíz del reciente referéndum sobre el estatuto andaluz. La noticia no fue la aprobación del estatuto, sino el altísimo porcentaje de abstención. Todo el mundo apuntaba a los políticos como los primeros responsables. Pues mire, no: los primeros responsables son los que, teniendo el derecho a votar, no lo ejercen.
Por edad no puedo recurrir al tan manido argumento de “lo que tuvimos que luchar para conseguir este derecho”, porque yo me lo encontré ya casi dado. Pero sí puedo utilizar un argumento mucho más pragmático: la abstención no tiene ningún efecto en la sociedad, al menos tal como está ahora montada. Y mucho menos en los políticos, a los que supuestamente se pretende castigar con la abstención.
A la mañana siguiente del referéndum andaluz le preguntaba yo a mi interlocutor si se acordaba de cuál había sido la abstención en el referéndum del estatut de Catalunya. Fue también sonada, y no han pasado muchos meses, pero aún así no se acordaba. Ya no nos acordamos de la abstención, pero el Estatut se aprobó y ahí está.
Si el sistema fuese distinto, y se pidiese un mínimo de participación para que un referéndum fuese efectivo, o imaginémonos por un momento que se dejasen vacíos los escaños proporcionales a la abstención, entonces sí que los políticos reaccionarían y abstenerse sería una forma responsable de actuar: produciría una respuesta. Pero mientras la abstención sirva sólo para una cuantas declaraciones en la noche electoral y para olvidarnos al día siguiente, la abstención es una irresponsabilidad ciudadana. Es irresponsable porque, de hecho, no produce ninguna respuesta.
“Es que yo paso de los políticos”, dicen algunos. Vale. Pero ellos no pasan de ti, porque están regulándote continuamente la vida, últimamente hasta límites insospechados. Así que más vale que, cuando puedas, decidas quien quieres que te organice la vida, aunque a veces tengas que hacerlo tapándote la nariz y optando por lo menos malo.
¿Habría que cambiar el sistema para que los políticos tuvieran que dar mayor cuenta de sus acciones? Seguro que sí. Pero esto no se consigue con la abstención. Hoy por hoy la abstención no es un voto “anti-sistema”, porque los okupas acaban llenando los escaños, les voten muchos o les voten pocos.
(Publicado en ABC Catalunya, 28 febrero 2007)
01 marzo, 2007
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