21 abril, 2006

Exceso de responsabilidad

En los últimos tiempos se discute mucho sobre si la responsabilidad social es una moda. A mi me parece que no. Más bien creo que es una necesidad. Ahora, lo que sí es una moda es hablar y escribir sobre el tema. Las comisiones, grupos de trabajo, conferencias, reuniones, seminarios, foros de expertos que se convocan para discutir sobre la responsabilidad social de las empresas crecen como las setas. ¡Ya me gustaría encontrar tantas setas! No seré yo quién diga que no está bien: al fin y al cabo vivo de eso. Pero a veces me asalta la duda de si tendremos tantas cosas nuevas que decir.
En todas estas iniciativas al final acabamos haciendo una lista de cosas que hay que pedirle a la empresa. Así reducimos la responsabilidad social a un listado de agravios, problemas o antojos que esperamos que las empresas nos resuelvan. Cada nueva propuesta, por querer ser original, se ve en la obligación de añadir una nueva demanda a la lista, y entramos en una carrera desenfrenada por ver quién pide más.
De acuerdo. Las empresas no son especialmente rápidas en reaccionar. No es que vayan por delante de los cambios sociales, como sí lo hacen cuando se trata de innovar, crearnos necesidades, ofrecernos nuevos productos y servicios. Seguramente tampoco les corresponda a ellas provocar esos cambios sociales. Pero hay que reconocer que, una vez se les hace ver que existe algún problema, su disposición a solucionarlo es buena, entre otras razones porque son conscientes que les conviene tener a favor a quienes les dan de comer.
Así que ya va bien que las empresas tengan interlocutores que les avisen de las cosas que no funcionan. Ya va bien que se les recuerde que su responsabilidad social va más allá de generar un valor económico añadido con su actividad. Pero, ¿no nos estaremos pasando de la raya?
Hace unos años quizás el problema podía ser que las empresas tuviesen una cierta miopía a la hora de ver el impacto de su acción y pensasen que eran responsables cumpliendo las leyes y pagando sus impuestos. Hoy desde luego el problema no será de miopía, sino más bien de hipertrofia, es decir, que empecemos a cargar sobre las espaldas de las empresas unas responsabilidades que no les corresponden solucionar sólo a ellas.
No hay nada que provoque más unión que tener un enemigo común contra quién luchar. Pero sería un error pensar que la empresa es el enemigo común. No digo que las empresas no tengan responsabilidad en algunos de los problemas que afectan a nuestra sociedad. ¿Y quién no? Lo que sí está claro es que sin la colaboración de las empresas estos problemas no se podrán solucionar. Así que sería bueno empezar a verlas no como un enemigo, sino como un aliado.
Recuerdo a un buen profesor y amigo que nos recomendaba que siempre que hiciésemos una lista de cosas que no nos gustaban sobre alguien, hiciésemos también al lado una lista de cosas positivas. Al hacer las dos listas asegurábamos un mínimo de objetividad en nuestra opinión. A veces me parece que con las empresas hacemos sólo una lista, y cada vez más larga. ¿Por qué no hacemos la otra? ¿Por qué además de la lista de deberes no hacemos también la lista de derechos? Sería hora de que, además de pedirle a la empresa que cumpla con su responsabilidad social, empezásemos también a pedir una cierta responsabilidad empresarial a los otros agentes sociales.
Está bien que las instituciones públicas, los organismos internacionales, las organizaciones no gubernamentales se preocupen por la responsabilidad social de las empresas. Pero sería más efectivo si empezasen por dar ejemplo y se aplicasen ellos mismos todas esas demandas. ¿Es que los ayuntamientos, sindicatos, entes públicos, partidos políticos, ONGs son ejemplares en sus responsabilidades hacia la sociedad? No les vendría mal alguna clase sobre el tema. Y no lo digo por que yo viva de eso.
(Publicado en ABC Catalunya, 19 abril 2006)

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